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Lo que la ruta me regaló…

Lo que la ruta me regaló…

5:00 A.M…

Suena la alarma de mi celular…

Abro los ojos y observo el techo de la habitación…

“Debo levantarme ya si quiero llegar a tiempo”… pensé…

Luego de asearme, desayuno y me dispongo a salir de la casa.

Antes de salir, veo a mi esposa y mis hijos durmiendo y pienso: “Sé que estarán bien”

Enciendo mi camión y luego de unos minutos de calentar el motor, me pongo en marcha hacia el trabajo. Hoy debo transportar una carga desde la ciudad donde vivo hacia otra más al sur…

Llego a la empresa desde dónde retiraré la carga, luego de esperar que estuviera lista en mi camión y de verificar todos los documentos que se requieren para su traslado, finalmente salgo de allí hacía el destino de la carga.

Mientras conduzco por la carretera pienso en las palabras de mi esposa:

“María se siente un poco triste…En el jardín me han dicho que no está socializando bien con otros niños…Que la ven retraída…Y eso me preocupa…”

Lo que le sucedía a mi hija y yo no sabía…

María es mi hija menor, tiene 4 años y antes no era así…Era una niña alegre, traviesa, que se reía mucho…

Pero desde hace un tiempo está como ausente, como si algo le causará mucha tristeza…

Después de recorrer varios kilómetros desde el punto de partida de la ruta, me detengo en un pequeño restaurante de carretera, una picada como le decimos en el gremio camionero…

Pedí un buen almuerzo y luego de comer, me disponía a regresar a mi camión cuando de repente lo ví…

Era pequeño y negrito, con 2 enormes ojos color ámbar, de esos que te muestran una ternura e inocencia infinitas…Estaba cerca de uno de los neumáticos de mi camión y cuando se dio cuenta de mi presencia, lejos de huir se acercó a mi…

Era tan tierno y cariñoso que solo le importaba juguetear con mis manos, como si anhelara ese contacto de cariño.

De inmediato, busqué algo para darle de comer pues se notaba que estaba muy hambriento (tal vez no había comido en días). En cuanto regresé con unos trozos de pollo, se los dí y se los comió enseguida, como asegurándose de que nadie más se los quitara…

Luego, lo dejé comiendo más pollo en un lugar más resguardado (para que no fuera atropellado) y retomé mi ruta hacía el sur para la entrega de la carga que llevaba.

Llegué al destino de la carga que transportaba y la entregué. Luego de descansar esa noche, me dispuse a regresar a mi casa.

Pasaron unos días y mi esposa me pidió que hablara con María porque estaba muy triste, no jugaba con su hermanos mayores (Pablo y Macarena), ni con sus amigos del pasaje…

La llamé y nos sentamos juntos en el patio de la casa.

Comencé a tirar pequeñas piedras para que hiciera lo mismo pero no lo hizo, solo miraba al piso como si no quisiera hablar…Le pregunté un par de cosas pero no me dijo mucho…

Así que no la agobié con más preguntas, pero por su actitud estaba seguro que algo le sucedía…

No pude dormir esa noche…Muchos pensamientos rondaban mi cabeza, quería saber qué le pasaba para poder ayudarla…Me partía el alma verla así…tan triste…

Luego de unos días, mi esposa y yo le preguntamos a nuestros hijos mayores, Pablo y Macarena sobre el comportamiento de María.

Creo que sabían lo que le pasaba…Y no me equivoqué…

Pablo, mi hijo mayor dijo:  “María está triste porque vió morir a un cachorrito en la calle el otro día, cuando regresamos de jugar”

“Y cuando llegamos a la casa, se metió en la pieza y se fue a la cama, abrazó la almohada y comenzó a llorar” agregó mi otra hija, Macarena.

Mi esposa Sandra me miró directo a los ojos y me dijo: “¿Y si compramos un perro?” A lo que inmediatamente mis 2 hijos respondieron: “No, mamá, mejor adoptemos uno que no tenga hogar”

Y sorpresivamente pensé en aquel cachorro que me había encontrado en la picada cuando llevé la carga y le dije a mi esposa que a la mañana siguiente iría por él.

Luego de conducir por cerca de 2 horas hasta la picada, llegué, estacioné el auto y entré en el restaurante.

Hablé con una de las mujeres que atiende el local y le pregunté por el cachorro. “Sí sé cuál es, pero no lo he visto últimamente”, me dijo.

Y pensé que no lo iba a encontrar…pero algo me decía que insistiera, que lo buscara…

Y así lo hice…

Salí de la picada y me fuí a la parte de atrás, donde lo había encontrado por primera vez. Algo me decía que me metiera entre unos árboles y lo buscara que en ese sitio podría encontrarlo.

Pero luego me dije: “Mario, ¿Qué estás haciendo? ¡Es sólo un perro!” Pero algo dentro de mí me insistía en seguir adelante y buscarlo…

Así que entré por ese camino a buscar al cachorro, solo esperaba poder encontrarlo…

Luego de estar caminando por alrededor de 15 minutos, ya estaba pensando que era mala idea seguir, cuando de repente en medio de unos matorrales, salió el cachorro saltando hacía mí…

Me había reconocido y yo estaba tan contento de haberlo encontrado que lo tomé con mis manos y me lo llevé al auto.

Enseguida inicié el viaje de vuelta a mi casa…

María se podría muy feliz…Y así fue…

Apenas entré a mi casa con el cachorro, salieron a recibirme Sandra y mis hijos Pablo y Macarena, todos estaban acariciándolo cuando María salió de la pieza…

Ella lo miró y sus ojitos se iluminaron, se llenaron de lágrimas y luego me miró a los ojos…Corrió hacía mí y me abrazó…Luego levantó su carita y me dijo: “Gracias, papá”

Y se fue a ver al cachorro que pareciera como si la estuviera esperando y comenzaron a jugar juntos

Nuevo integrante de la familia

Si, es nuestro perro

Y adivinen ¿cómo se llama? Pues

¡Camionero!

Y es el mejor perro que pude haber encontrado, es amoroso, leal, súper protector con mis hijos y mi señora pero especialmente con María, con quien tuvo esa conexión desde el primer día que se vieron.

Nunca me imaginé que un simple perro podría traer tanta alegría a mi hogar…

Mi hija María volvió a ser la misma de antes y estoy muy agradecido con él porque ella estaba comenzando a deprimirse por lo que vivió con ese perrito al que vió morir en la calle, y que es una situación que vemos todos los días con los perritos abandonados en las calles pero a ella le afectó más que a cualquiera de nosotros.

Ahora, siempre que salgo en ruta a entregar alguna carga, siempre llevo conmigo agua y comida para esos perros que están en las carreteras, escondidos en el monte, esperando a que alguna mano amiga les dé un poco de cariño y comida y que, en el mejor de los casos los rescate de esa triste realidad y les dé una vida mejor.

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